viernes, 26 de noviembre de 2010

ANA MARÍA MATUTE


Esta semana, como muy bien nos comenta Judit, ha recibido el Premio Cervantes la escritora Ana María Matute, en el blog de taller de cuentos podéis ver su biografía. La novelista española también ha destacado por su faceta de escritora de cuentos infantiles, gracias a su sensibilidad a la hora de adentrarse en el mundo adolescente y de los niños. Entre sus libros infantiles figuran "Paulina, el mundo y las estrellas" y "El saltamontes y el aprendiz". Aquí podéis leer el primer capítulo de este último, parece interesante, habrá que buscarlo en la biblioteca, ¿no os parece?

CAPITULO I

Una vez existió un muchacho llamado Yungo. Vivía en una granja
grande, cercana a los bosques. La granja estaba llena de
muchachos de todas las edades, los unos hijos de los granjeros,
los otros de los criados.

Yungo era un huérfano adoptado por la granjera. Lo recogió
siendo muy pequeño, pues sus padres se ahogaron en el río
cuando empezaba el deshielo, y la corriente se desbordó.

La granjera estaba siempre muy atareada, con la cabeza llena
de cuentas y cálculos- era una mujer muy ambiciosa-, que no
podía acordarse en qué año ni día nació Yungo.

A primera vista Yungo parecía un niño como los demás, pero los muchachos dejaban pronto de jugar con él, y las gentes no solían hablarle ni pedirle nunca nada. Y es que Yungo no tenía voz, (...)

Más, aunque Yungo hubiera perdido su voz, lo oía y comprendía todo. No era mudo como el muchacho que acompañaba al mendigo pidiendo limosna por los pueblos. Yungo sabía que alguien le robó la voz, que en algún lugar estaría, quizá aguardándole. Y muchas veces soñaba con ello.

Al principio Yungo era un muchacho más bien alegre, pero
como siempre le dejaban solo, acabó volviéndose abstraído y un
poco huraño. A veces en sus trajines, la granjera pasaba por su
lado y le veía sentado en un rincón, o apoyado en la pared del
sol, pensativo, con las manos en los bolsillos. Entonces la granjera
le decía:

- ¿Qué haces ahí, tan solo? ¡Anda a jugar, chico, que muy pronto te obligarán a trabajar!
Yungo se alejaba y procuraba esconderse en algún lugar
apacible. Entre las varas del huerto, o allí, en el bosque, donde
nadie fuera a decirle cosas estúpidas o malvadas.



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